Como ya comenté después de la escapada del Puente de la Inmaculada, este invierno tenía previsto volver pronto a esquiar. Y así lo he hecho este fin de semana. Otra vez en Soldeu. Otra vez en Andorra. Otra vez en Grandvalira. Hasta hemos repetido apartamentos (jejeje).
Lo comentamos al poco de volver de Andorra. Teníamos que repetir, pero esta vez menos gente. Se ha echado de menos a alguno de los anteriores acompañantes, pero no se puede tener todo.
Esta vez nos hemos ido Raquel, Laura, Ángela, Massi y Mario. Con un apartamento para 6, de forma que las cosas han resultado más fáciles que en la otra ocasión, que éramos mucha más gente para compartir un mismo espacio común.
Hoy, intentando recordar estos días pasados y con la espesura del sueño y cansancio acumulados, se me confunden a veces los momentos, pero en general ha sido una experiencia muy gratificante. Tercera visita del año a la misma estación. Eso es afición ¿o quizás vicio?. ¿Tendré que sacarme un pase de temporada el año que viene? (jajaja).
El día 31 de diciembre amaneció muy cubierto. La noche anterior, cuando llegamos al hotel, estaba nevando y hacía algo de aire. Y frío, mucho frío. Así que por la mañana las montañas estaban cubiertas de nubes bajas que pasaban a mucha velocidad. Tuvimos que pedir información sobre el estado de pistas y nos enteramos que había una fuerte ventisca, pero que la estación estaba abierta. Por las webcam vimos que las pistas más altas prácticamente no tenían visibilidad. Mal día para esquiar.
Ante las quejas de la gente, y dado que era el primer día y no estaba todavía pagado el forfait, decidimos irnos a pasar el día por ahí, en vez de esquiar. Evitando riesgos y gastos innecesarios. Así pues, nos bajamos a Andorra de tiendas Ángela, Laura y yo. No es lo que más me hubiera gustado hacer, porque más de 6 horas de tiendas acabaron por agotarme mentalmente, pero no teníamos muchas alternativas. Mientras ellas buscaban las mejores ofertas y "chollos" en ropa, que alguno encontraron, yo me paseaba por las tiendas de electrónica, fotografía, deportes y derivados, motivado por localizar alguna cosa que llamara mi atención, aunque con escaso resultado.
Por la noche, celebramos la Nochevieja en el apartamento, con un buen homenaje gastronómico, en el que se había decidido prescindir de las lentejas, a pesar de la tradición italiana. Yo me hubiera apuntado sólo por el placer de cambiar un poco. Aprovechamos el frío del exterior para llenar el balcón de bebida y así mantenerla fresca. Con -5ºC o así era difícil que se calentara. Incluso se nos llegó a congelar alguna botella de cola.
Pasadas las uvas decidimos salir un poco por Soldeu. El problema era que estaba cayendo una copiosa nevada y que el coche tenía ya más de 10 cm de nieve. Pero como no hay nada imposible si se le ponen ganas (y cadenas en las ruedas), nos pusimos en marcha hacia el pueblo.
Localizar un pub no fue demasiado complicado. Estaba lleno de buitres hambrientos, que buscaban carne fresca que acechar. A mí me pareció un poco lamentable, pero bueno. Hay gente para todo. Desde luego que la hay, aunque en este caso, les alabo el gusto (jejeje).
La retirada la dimos a las 5:00 o así, con un coche hundido bajo casi 25 cm de nieve esponjosa y ¡seguía nevando!. Pobrecico mío, ¡¡qué frío debió de pasar!!.
Día 1 de enero, Año Nuevo. Amaneció cubierto y nevando ligeramente. A ratos se veía salir el sol, así que a eso de las 9:30 me subí a las pistas. Ahora sí que pedí el forfait para el resto de días (3). La nieve estaba todavía fresca de la noche anterior y había nevado encima de lo compactado, por lo que parecía en muchos tramos que estábamos fuera de pista. Aprendí pronto que con poner el peso hacia atrás, se ganaba en control. Ayssss ... y yo que pensaba que siempre había que ponerlo hacia delante ... jajaja.
Estuvimos un rato esquiando y volví a desempeñar, con ayuda de Laura, el oficio de monitor de esquí, para enseñar un poquito a Ángela, a ver si se soltaba y ganaba confianza. El día empeoró poco a poco y a última hora de la tarde, estaba nevando con ganas, con algo de ventisca en altura.
Es mi primera experiencia esquiando bajo una ventisca y con nieve poco compactada y tengo que reconocer que no me ha resultado cómoda la situación. El horizonte brumoso, con la nieve en suspensión, se confunde con la propia nieve del suelo, de forma que es casi imposible diferenciar el relieve que tenemos delante. A eso se suma que la visibilidad se reducía a apenas 15 metros. Es bastante incómodo porque no tienes seguridad para coger la pista y no ves las irregularidades del terreno. Y si te quitas las gafas, entonces el aire frío te tira la nieve a los ojos o peor: se te forma escarcha en las pestañas. Una odisea. Pero divertido, como siempre.
El día 2 de enero, para compensar, amaneció espléndido, con un sol fantástico que lo inundaba todo. Para completar estas magníficas condiciones, la nieve estaba acabada de compactar y en un estado perfecto para esquiar. Creo que es la mejor nieve que he tenido nunca.
Me pareció una ocasión única para dar una vuelta hasta Pas de la Casa y así de paso quitarme otra espinita. Laura se apuntó enseguida para acompañarme. Ángela dudó en venir, porque todavía le falta seguridad y control, pero al insistirle que iríamos sólo por azules, y después de mucho dudar, se decidió a acompañarnos. Creo que le insistí demasiado. En mala hora.
En la primera pista azul que salía de El Tarter hacia Soldeu, "Cortalets", que es un camino estrecho con poca pendiente, Ángela se asustó. Es una pista con mucho tráfico de gente y muy estrecha. Como ella no controla el giro todavía y además tenía miedo, se bloqueó.
Como ya no podíamos dar la vuelta, tuvimos que acompañarla hasta abajo, a Soldeu, para que pudiera volver a El Tarter. Del bloqueo poco a poco pasó a un fuerte estado de ansiedad y de ahí al pánico contenido. Estaba rígida y no había forma de hacer que se relajara. Cuando me comentó que veía en túnel, que temblaba y que estaba muy mareada me temí lo peor. Ufff. Qué mal lo pasamos todos.
Nos costó cuatro horas conseguir llegar a la escuela de El Tarter. Cuatro horas que se nos hicieron eternas a Laura y a mí. Ángela se lo pasó muy mal y a mí me produjo una desazón y una frustración muy grande por no saber cómo reducir su estado de nervios. Pura impotencia de ver que alguien estaba padeciendo y sufriendo por nuestra culpa (o por la mía, de tanto insistir). Y eso que lo hicimos con toda la buena intención del mundo. Acabamos todos muy nerviosos. Una pena.
Por la tarde aprovechamos para esquiar un poco en las rojas de El Tarter. Había algo de hielo. En una de ellas, creo que "Miquel", tras varias placas de hielo, me pareció ver una zona que no estaba pisada, después de todo el día. La visibilidad ya no era buena. Cuando me dirigía hacia ella, ví que tenía otro color, y decidí girar sobre ella. Me dí cuenta tarde que era una gran placa de hielo azulado, sobre la que no pude cantear lo suficiente, por lo que empecé a inclinar el cuerpo buscando la pendiente para frenar, pero iba a tanta velocidad y había inclinado tanto el cuerpo, que acabé por tocar con el codo izquierdo sobre el suelo. Tumbando, como si llevara una moto de carreras. El golpe contra el suelo helado fue brutal. Salí rodando ladera abajo más de 25 metros, perdiendo esquíes y todo. Cuando me paré, tenía un dolor agudo en la cadera izquierda, en la parte alta del muslo. Unas chicas que me vieron caer, se acercaron rápidamente para ver si estaba bien. ¿Te duele algo?, me preguntaron. Sí ... el orgullo. (jajaja). Ha sido una de mis peores caídas y tengo un bulto tremendo de color morado del tamaño de la palma de mi mano. Un doloroso recuerdo. Estoy seguro que, de haber caído hacia atrás, me habría roto el coxis. Puffff.
El día 3 de enero subimos a las pistas relativamente pronto, después de desalojar el apartamento, recoger y limpiar. El día estaba algo nuboso, pero no había viento. A ratos nevaba, pero ligeramente.
Ángela se negó en redondo a acompañarnos a Laura y a mí a ningún sitio y decidió organizarse por su cuenta, practicando en el entorno que conocía y con un monitor. Aún así, conseguimos esquiar un poco con ella. No sé si algún día nos perdonará por la "excursión" del día anterior (snif).
Hacia mediodía nos juntamos Laura y yo con Massi y Raquel y decidimos hacer la ansiada vuelta por las pistas, que tanta ilusión me hacía. Así que nos fuimos a Pas de la Casa, recorriendo la estación. Hacía tiempo que no me divertía tanto. Las pistas rojas me parecen un paseo y las disfruto como nunca. Ya no talono tanto y controlo la velocidad con giros cortos, rápidos y muy canteados. Como un "pofesioná". Las instrucciones y consejos que Vicente C me dió la otra vez me han ayudado a mejorar mucho el nivel. Quizá voy a veces a demasiada velocidad y acabo rebozado en la nieve, como una croqueta humana (jejeje). Aunque esta vez sólo he tenido dos caídas fuertes.
No sé describir con precisión las sensaciones al llegar al bar del Llac de Pessons, donde tantas horas pasé en enero de 2009. La pista negra de acceso me pareció un paseo, cuando antes me figuraba una auténtica odisea.
Pero el culmen del éxtasis, el torrente desbordado de sensaciones y emociones me llegó al pasar a Pas de la Casa. Aquello era una sensación de plenitud y satisfacción completa al bajar las pistas hasta el pueblo. A toda velocidad, haciendo el tonto, girando a voluntad, riéndome de mí mismo ... Qué diferencia. ¡Y qué de recuerdos he dejado enterrados en la nieve!. Otra espinita menos.
Una vez abajo, tenía una sensación de plenitud y calma absoluta. Por fin he conseguido llegar hasta aquí, tras varios días intentándolo. Además, guiando al grupo, que me seguían a buen ritmo.
Satisfecho, decidí que tenía que quitarme la penúltima espinita (¿cuándo será la última?): la pista de Montmalús, en Grau Roig. Pensaba y sigo pensando que es la más bonita de Grandvalira. La bajé deprisa, disfrutando de todas las curvas. ¡Quin goig, mare!. Hasta mis compañeros de ruta se dieron cuenta del torrente de sensaciones que me inundaba por dentro. Gracias, amigos, por acompañarme. Sois un encanto.
Tras esta bajada, el retorno a casa se hizo más llevadero. Me hubiera quedado una semana por allí, pero con el nivel del último día, que fue en el que más disfruté del esquí.
Hoy lunes trabajo, estoy cansado y me duermo por los rincones, pero me siento muy satisfecho. Casi no me duele el cuerpo, sólo noto las piernas un poco y el moratón de la cadera.
Vicente C, te he echado de menos. Lo confieso. Te lo hubieras pasado muy bien con nosotros. Seguro.
Tal vez sea buen momento para pedir disculpas por tener apagado el teléfono durante estos días. Cosas del roaming y de que no quería que nadie me localizara. Vacaciones totales. De hecho, no recibí ni un sólo SMS por Año Nuevo. Lo siento si intentasteis localizarme y no pudisteis. Otra vez será.
Quizá vuelva a esquiar otra vez antes de acabar la temporada, pero ahora en otro sitio. ¿Alguien se apunta? ¿Baqueira? ¿Formigal? ¿Courmayeur? ¿Civetta? ¿Dolomitas? ¿Val d'Isere? ¿Valdelinares? (jejeje).
Lo comentamos al poco de volver de Andorra. Teníamos que repetir, pero esta vez menos gente. Se ha echado de menos a alguno de los anteriores acompañantes, pero no se puede tener todo.
Esta vez nos hemos ido Raquel, Laura, Ángela, Massi y Mario. Con un apartamento para 6, de forma que las cosas han resultado más fáciles que en la otra ocasión, que éramos mucha más gente para compartir un mismo espacio común.
Hoy, intentando recordar estos días pasados y con la espesura del sueño y cansancio acumulados, se me confunden a veces los momentos, pero en general ha sido una experiencia muy gratificante. Tercera visita del año a la misma estación. Eso es afición ¿o quizás vicio?. ¿Tendré que sacarme un pase de temporada el año que viene? (jajaja).
El día 31 de diciembre amaneció muy cubierto. La noche anterior, cuando llegamos al hotel, estaba nevando y hacía algo de aire. Y frío, mucho frío. Así que por la mañana las montañas estaban cubiertas de nubes bajas que pasaban a mucha velocidad. Tuvimos que pedir información sobre el estado de pistas y nos enteramos que había una fuerte ventisca, pero que la estación estaba abierta. Por las webcam vimos que las pistas más altas prácticamente no tenían visibilidad. Mal día para esquiar.
Ante las quejas de la gente, y dado que era el primer día y no estaba todavía pagado el forfait, decidimos irnos a pasar el día por ahí, en vez de esquiar. Evitando riesgos y gastos innecesarios. Así pues, nos bajamos a Andorra de tiendas Ángela, Laura y yo. No es lo que más me hubiera gustado hacer, porque más de 6 horas de tiendas acabaron por agotarme mentalmente, pero no teníamos muchas alternativas. Mientras ellas buscaban las mejores ofertas y "chollos" en ropa, que alguno encontraron, yo me paseaba por las tiendas de electrónica, fotografía, deportes y derivados, motivado por localizar alguna cosa que llamara mi atención, aunque con escaso resultado.
Por la noche, celebramos la Nochevieja en el apartamento, con un buen homenaje gastronómico, en el que se había decidido prescindir de las lentejas, a pesar de la tradición italiana. Yo me hubiera apuntado sólo por el placer de cambiar un poco. Aprovechamos el frío del exterior para llenar el balcón de bebida y así mantenerla fresca. Con -5ºC o así era difícil que se calentara. Incluso se nos llegó a congelar alguna botella de cola.
Pasadas las uvas decidimos salir un poco por Soldeu. El problema era que estaba cayendo una copiosa nevada y que el coche tenía ya más de 10 cm de nieve. Pero como no hay nada imposible si se le ponen ganas (y cadenas en las ruedas), nos pusimos en marcha hacia el pueblo.
Localizar un pub no fue demasiado complicado. Estaba lleno de buitres hambrientos, que buscaban carne fresca que acechar. A mí me pareció un poco lamentable, pero bueno. Hay gente para todo. Desde luego que la hay, aunque en este caso, les alabo el gusto (jejeje).
La retirada la dimos a las 5:00 o así, con un coche hundido bajo casi 25 cm de nieve esponjosa y ¡seguía nevando!. Pobrecico mío, ¡¡qué frío debió de pasar!!.
Día 1 de enero, Año Nuevo. Amaneció cubierto y nevando ligeramente. A ratos se veía salir el sol, así que a eso de las 9:30 me subí a las pistas. Ahora sí que pedí el forfait para el resto de días (3). La nieve estaba todavía fresca de la noche anterior y había nevado encima de lo compactado, por lo que parecía en muchos tramos que estábamos fuera de pista. Aprendí pronto que con poner el peso hacia atrás, se ganaba en control. Ayssss ... y yo que pensaba que siempre había que ponerlo hacia delante ... jajaja.
Estuvimos un rato esquiando y volví a desempeñar, con ayuda de Laura, el oficio de monitor de esquí, para enseñar un poquito a Ángela, a ver si se soltaba y ganaba confianza. El día empeoró poco a poco y a última hora de la tarde, estaba nevando con ganas, con algo de ventisca en altura.
Es mi primera experiencia esquiando bajo una ventisca y con nieve poco compactada y tengo que reconocer que no me ha resultado cómoda la situación. El horizonte brumoso, con la nieve en suspensión, se confunde con la propia nieve del suelo, de forma que es casi imposible diferenciar el relieve que tenemos delante. A eso se suma que la visibilidad se reducía a apenas 15 metros. Es bastante incómodo porque no tienes seguridad para coger la pista y no ves las irregularidades del terreno. Y si te quitas las gafas, entonces el aire frío te tira la nieve a los ojos o peor: se te forma escarcha en las pestañas. Una odisea. Pero divertido, como siempre.
El día 2 de enero, para compensar, amaneció espléndido, con un sol fantástico que lo inundaba todo. Para completar estas magníficas condiciones, la nieve estaba acabada de compactar y en un estado perfecto para esquiar. Creo que es la mejor nieve que he tenido nunca.
Me pareció una ocasión única para dar una vuelta hasta Pas de la Casa y así de paso quitarme otra espinita. Laura se apuntó enseguida para acompañarme. Ángela dudó en venir, porque todavía le falta seguridad y control, pero al insistirle que iríamos sólo por azules, y después de mucho dudar, se decidió a acompañarnos. Creo que le insistí demasiado. En mala hora.
En la primera pista azul que salía de El Tarter hacia Soldeu, "Cortalets", que es un camino estrecho con poca pendiente, Ángela se asustó. Es una pista con mucho tráfico de gente y muy estrecha. Como ella no controla el giro todavía y además tenía miedo, se bloqueó.
Como ya no podíamos dar la vuelta, tuvimos que acompañarla hasta abajo, a Soldeu, para que pudiera volver a El Tarter. Del bloqueo poco a poco pasó a un fuerte estado de ansiedad y de ahí al pánico contenido. Estaba rígida y no había forma de hacer que se relajara. Cuando me comentó que veía en túnel, que temblaba y que estaba muy mareada me temí lo peor. Ufff. Qué mal lo pasamos todos.
Nos costó cuatro horas conseguir llegar a la escuela de El Tarter. Cuatro horas que se nos hicieron eternas a Laura y a mí. Ángela se lo pasó muy mal y a mí me produjo una desazón y una frustración muy grande por no saber cómo reducir su estado de nervios. Pura impotencia de ver que alguien estaba padeciendo y sufriendo por nuestra culpa (o por la mía, de tanto insistir). Y eso que lo hicimos con toda la buena intención del mundo. Acabamos todos muy nerviosos. Una pena.
Por la tarde aprovechamos para esquiar un poco en las rojas de El Tarter. Había algo de hielo. En una de ellas, creo que "Miquel", tras varias placas de hielo, me pareció ver una zona que no estaba pisada, después de todo el día. La visibilidad ya no era buena. Cuando me dirigía hacia ella, ví que tenía otro color, y decidí girar sobre ella. Me dí cuenta tarde que era una gran placa de hielo azulado, sobre la que no pude cantear lo suficiente, por lo que empecé a inclinar el cuerpo buscando la pendiente para frenar, pero iba a tanta velocidad y había inclinado tanto el cuerpo, que acabé por tocar con el codo izquierdo sobre el suelo. Tumbando, como si llevara una moto de carreras. El golpe contra el suelo helado fue brutal. Salí rodando ladera abajo más de 25 metros, perdiendo esquíes y todo. Cuando me paré, tenía un dolor agudo en la cadera izquierda, en la parte alta del muslo. Unas chicas que me vieron caer, se acercaron rápidamente para ver si estaba bien. ¿Te duele algo?, me preguntaron. Sí ... el orgullo. (jajaja). Ha sido una de mis peores caídas y tengo un bulto tremendo de color morado del tamaño de la palma de mi mano. Un doloroso recuerdo. Estoy seguro que, de haber caído hacia atrás, me habría roto el coxis. Puffff.
El día 3 de enero subimos a las pistas relativamente pronto, después de desalojar el apartamento, recoger y limpiar. El día estaba algo nuboso, pero no había viento. A ratos nevaba, pero ligeramente.
Ángela se negó en redondo a acompañarnos a Laura y a mí a ningún sitio y decidió organizarse por su cuenta, practicando en el entorno que conocía y con un monitor. Aún así, conseguimos esquiar un poco con ella. No sé si algún día nos perdonará por la "excursión" del día anterior (snif).
Hacia mediodía nos juntamos Laura y yo con Massi y Raquel y decidimos hacer la ansiada vuelta por las pistas, que tanta ilusión me hacía. Así que nos fuimos a Pas de la Casa, recorriendo la estación. Hacía tiempo que no me divertía tanto. Las pistas rojas me parecen un paseo y las disfruto como nunca. Ya no talono tanto y controlo la velocidad con giros cortos, rápidos y muy canteados. Como un "pofesioná". Las instrucciones y consejos que Vicente C me dió la otra vez me han ayudado a mejorar mucho el nivel. Quizá voy a veces a demasiada velocidad y acabo rebozado en la nieve, como una croqueta humana (jejeje). Aunque esta vez sólo he tenido dos caídas fuertes.
No sé describir con precisión las sensaciones al llegar al bar del Llac de Pessons, donde tantas horas pasé en enero de 2009. La pista negra de acceso me pareció un paseo, cuando antes me figuraba una auténtica odisea.
Pero el culmen del éxtasis, el torrente desbordado de sensaciones y emociones me llegó al pasar a Pas de la Casa. Aquello era una sensación de plenitud y satisfacción completa al bajar las pistas hasta el pueblo. A toda velocidad, haciendo el tonto, girando a voluntad, riéndome de mí mismo ... Qué diferencia. ¡Y qué de recuerdos he dejado enterrados en la nieve!. Otra espinita menos.
Una vez abajo, tenía una sensación de plenitud y calma absoluta. Por fin he conseguido llegar hasta aquí, tras varios días intentándolo. Además, guiando al grupo, que me seguían a buen ritmo.
Satisfecho, decidí que tenía que quitarme la penúltima espinita (¿cuándo será la última?): la pista de Montmalús, en Grau Roig. Pensaba y sigo pensando que es la más bonita de Grandvalira. La bajé deprisa, disfrutando de todas las curvas. ¡Quin goig, mare!. Hasta mis compañeros de ruta se dieron cuenta del torrente de sensaciones que me inundaba por dentro. Gracias, amigos, por acompañarme. Sois un encanto.
Tras esta bajada, el retorno a casa se hizo más llevadero. Me hubiera quedado una semana por allí, pero con el nivel del último día, que fue en el que más disfruté del esquí.
Hoy lunes trabajo, estoy cansado y me duermo por los rincones, pero me siento muy satisfecho. Casi no me duele el cuerpo, sólo noto las piernas un poco y el moratón de la cadera.
Vicente C, te he echado de menos. Lo confieso. Te lo hubieras pasado muy bien con nosotros. Seguro.
Tal vez sea buen momento para pedir disculpas por tener apagado el teléfono durante estos días. Cosas del roaming y de que no quería que nadie me localizara. Vacaciones totales. De hecho, no recibí ni un sólo SMS por Año Nuevo. Lo siento si intentasteis localizarme y no pudisteis. Otra vez será.
Quizá vuelva a esquiar otra vez antes de acabar la temporada, pero ahora en otro sitio. ¿Alguien se apunta? ¿Baqueira? ¿Formigal? ¿Courmayeur? ¿Civetta? ¿Dolomitas? ¿Val d'Isere? ¿Valdelinares? (jejeje).
Gracias por el post. Muy interesante.
ResponderEliminarsaludos