sábado, 9 de enero de 2010

Caminando por Siberia ... digooo ... Barracas.

Hoy, 9 de enero de 2010, tenía salida programada con el Grupo de Montaña del Politécnico (GMP) a Javalambre (2.020 m), con la intención de hacer una ruta circular por el tramo del GR-10 que sube del pueblo de Camarena de la Sierra (Teruel) hasta el pico y volver por otro sitio. Pero las malas condiciones meteorológicas no nos han dejado ni salir de la carretera a Teruel, la A-23.

Con toda la ilusión del mundo, el viernes me compré mis raquetas y mis crampones. Estoy cansado de alquilarlos y está claro que al final acabaré por amortizarlos, así que me hice un auto-regalo de cumpleaños. (Bueno ... esa era la excusa).
Además, aproveché la salida para estrenar alguna de la ropa de invierno que compré este verano para situaciones como estas y así veo qué tal funciona (Gore-tex y de las marcas Millet, Ternua, The North Face, ...). También he estrenado oficialmente las botas rígidas (Asolo), aunque ya he hecho alguna chorrada con ellas. ¡Qué pijo soy!.
Pero, por si acaso, me he llevado también la ropa de siempre, que sé que funciona.

La ruta la organizaba Juan y al final nos hemos juntado 14 personas. Un grupo diverso y muy agradable. Es mi primera salida con ellos y reconozco que da gusto hacer montaña con esta gente. Seguro que repetiré.

A las 9:00 enfilamos camino hacia Teruel. Vamos en mi coche Santi, Marisol, Mara y yo.
La Serra Calderona y Espadán están cuajadas de nieve. El paisaje es espectacular.
Pasado Segorbe empiezan a verse montoncitos de nieve en los márgenes y taludes de la autovía que, poco a poco, se van haciendo más compactos.
Al pasar Jérica sólo queda un carril limpio en la autovía. El resto está cubierto por el hielo y la nieve. Hay que ser prudente en la conducción y aminorar la marcha. Anoche este tramo de la autovía estaba cerrado.
Cerca ya de Sarrión nos llama por teléfono Juan, y nos comenta que los del grupo de escalada que subían a Javalambre a hacer una canal, se han dado la vuelta, y que no es posible entrar a Camarena, que la carretera está cortada y que debemos volver a Barracas.
Consigo dar la vuelta en uno de los puentes de la autovía, todavía cubierto de nieve compactada, sin cadenas, sin perder casi tracción, sin salirme, ni hacerme cosas raras el coche. Menudo control tengo, xe.

La entrada en Barracas me impacta especialmente. El pueblo está rodeado de nieve y en las calles se apelotonan los camiones y los coches que quedaron estos días inmovilizados por el temporal. Es difícil encontrar dónde aparcar por la nieve y el caos de vehículos.
El grupo, una vez reunido, decide equiparse y coger a pie la carretera a Pina de Montalgrao (CV-207) para subir el Pico Pina (1.404 m). Estoy encantado, que es una montaña que todavía no he hecho.
Al salir de pueblo podemos comprobar que esta carretera también está cortada por la nieve, con varios coches atascados, en los que se refugian sus dueños como pueden.

El viento sopla con fuerza, arrastrando la nieve polvo de aquí para allá. Ésta impacta con rabia contra las zonas descubiertas de la cara, cortando como cuchillas y formando una fina capa de hielo sobre la piel. A Mara incluso se le congelan las pestañas (jejeje).
La velocidad media del viento ronda los 80 km/h, con rachas máximas de 100 km/h, según los datos que he podido después leer en la página del CEAM. La temperatura no sube de -4ºC ni a mediodía. La sensación térmica es de menos de -27,5ºC. Casi como en Siberia.
Afortunadamente, llevo un par de capas de ropa que compruebo con satisfacción que funcionan bien y que cumplen su función de cortar el viento. Este material es espectacular.
Una llamada de Paco Zen para ver cómo estábamos me hizo sacar la mano durante más de 2 minutos de los guantes de esquiar y luego casi no puedo volver a meterla dentro, de lo insensible que me quedó por el frío. Al menos, creo que conseguí ponerle los dientes largos por mis comentarios, si es que es posible hacerlo, claro.

Por culpa del viento, que nos golpea la cara y que ya ha tirado a más de uno al suelo, tenemos que abandonar la carretera, que se intuye entre la ventisca y las dunas de nieve. No parece viable llegar a Pina, subir el pico y volver, sin que se haga de noche. Agradezco haberme traído las gafas de ventisca y los guantes de esquiar.
Así pues, cambiamos el objetivo, para subir un "cerro sin nombre", como le llamaron algunos. Realmente era el Limbo (1.176 m). Un promontorio que se alza sobre el llano, dominado por unos generadores eólicos, apenas 200 metros por encima de Barracas y sin interés alguno como montaña, pero sobre la que pensamos triunfar abriendo una nueva "vía de acceso invernal" hasta su cumbre. Todo un reto, dadas las condiciones. Seguro que pasamos a formar parte de la historia del montañismo (jajaja).
La marcha es toda una odisea. En algunos tramos, la nieve me cubre más arriba de la cintura y hay que abrir trinchera. La progresión es lenta y hay que tener cuidado de no quedar atrapado entre las aliagas que quedan cubiertas por la nieve.
Comemos en un corral, a sotavento de la ventisca, en el que incluso parece hacer calor, porque estaremos rondando los -2ºC. Echamos unas risas.
Alrededor de las 16:00 volvemos a Barracas y a eso de las 17:00, después del cafetito, decidimos coger el coche para volver a casa.

Y aquí empezó de verdad nuestra aventura.
La A-23 estaba cerrada al tráfico de bajada a Valencia, al parecer desde las 15:00, y una inmensa cola de camiones y coches se perdía de vista a lo largo de la autovía.
Nos comentaron que un enorme ventisquero de 2 metros de altura había cortado la carretera en el Puerto del Ragudo, provocando incluso que un camión quitanieves se saliera contra la mediana. Tuvieron que traer una pala excavadora para limpiarlo y así dejar salir a los vehículos retenidos.
Estuvimos hasta pasadas las 20:15 atrapados en la autovía. Llegamos a sospechar que la Guardia Civil nos obligaría a pasar la noche en Barracas.
Durante las más de 3 horas que estuvimos dentro del coche, además de hacerse casi eternas, pudimos ver cómo se congelaba el vaho sobre los cristales por la parte de dentro del habitáculo y cómo temblaba por el viento. Y eso que éramos cuatro personas dentro (jejeje). Una experiencia curiosa e interesante, aunque poco recomendable. Menos mal que nos lo tomamos con mucha filosofía y buen humor.
Al final, conseguimos llegar a casa pasadas las 22:00.

Es la situación más límite en cuanto a temperatura en la que me he encontrado y el resultado ha sido muy satisfactorio. Me ha encantado la experiencia y tengo ganas de más. A ver cuándo repetimos.

4 comentarios:

  1. Doy fe que nada de lo que hay escrito es fruto de la exageración, muy al contrario. Fue una situación muy dura, dolorosa, extrema. Una experiencia que ha marcado un antes y un después en l@s montañerit@s que allí estuvimos. Despues de este sábado 9 de Enero, nada va a volver a ser igual. Aquel día quedará grabado para siempre en nuestras memorias y en la historia del senderismo valenciano.

    Una vez más Mario, una crónica inmejorable.

    Días así no tienen precio. No importa el lugar que sea, las condiciones que haya; sino que lo fundamental, es siempre tener la suerte de disfrutar de tan grata compañía.

    Un saludo!! Y a repetirlo!!!

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  2. Hola Anónimo/a. Gracias por el comentario.
    Sospecho saber quién eres y te agradezco el comentario.

    No me ha gustado cómo ha salido la crónica, que se nota que andaba un tanto espeso y obtuso mientras la redactaba. Más de lo habitual y deseable. Pero aún así, me alegro que te guste.

    Coincido contigo que fue un día para recordar y que, por supuesto, lo mejor fue la compañía.
    Repetiremos.

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  3. Madre mía si las fotos son una gozada... total intencion de dejarse caer y rodar, rodar, rodar.. antes que andar, andar, andar... suerte que algunos tienen patas largas... Besines

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  4. Pues por rodar ya se encargaba el viento de conseguirlo (jajaja). A ver cuándo te vienes "anónimo".

    (Aunque sé quiénes sois, a ver cuándo me ponéis el nombre, cachisss)

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