Tras una semanita larga por Pirineos, me estaba empezando a resultar cargante tanta montaña. No es que me cansara, pero finalizado el macizo de Vignemale (3.298 m) y después de los días alrededor de Monte Perdido, nos apetecía hacer alguna otra cosa distinta y guardar los picos que teníamos programados para el sábado 17, Garmo Negro (3.066 m) y Argualas, para otra ocasión (jejeje).
Creo que estábamos demasiado cansados del coche, ya que Gavarnie está a muchos kilómetros de Ainsa. Y los dos paseos por Bielsa y luego la vuelta por el Portalet, nos supusieron más de 4 horas de coche cada uno de ellos. Agotadores. Demasiadas curvas y carreteras lamentables, aunque de una belleza salvaje. Habíamos ido a caminar, no a hacer curvas y más curvas de carreteras de montaña.
El coche me agota y me aburre soberanamente. A la próxima que me acerque por allí, lo haré desde Panticosa, por les Oulettes o desde Bujaruelo y andando (jajaja).
Así que decidimos el sábado 17 de julio irnos César y yo desde el refugio de Pineta a Alquézar (Huesca) y así hacer un barranco en la mítica sierra de Guara. Un "pensat i fet".
En principio, la idea era hacer el barranco Basender, que es seco, muy bonito y de iniciación, y aprovechar que desemboca en el río Vero, para bajarlo hasta Alquézar.
Pero las cosas no salen siempre como se improvisan y no disponíamos de un arnés de mi tamaño, por lo que descartamos esta opción, teniendo que optar por el cañón del río Vero.
Y creo que acertamos.
Disponíamos de dos coches, así que salimos con uno de ellos a eso de las 12:30 en dirección al aparcamiento que hay cerca de un aforador en el río, donde hay acondicionado un pequeño parking, y descendimos junto al río para cambiarnos. El otro esperaría en Alquézar a nuestro regreso. La alternativa es un autobús, pero sólo funciona en verano y el último era a las 9:30. Ya no nos daba tiempo a cogerlo.
Aunque el río Vero no tiene desarrollos verticales (rápeles), sí que es necesario llevar un neopreno, puesto que son muchas horas dentro del agua, que está muy fría. Son 8 km de largo con tramos que pueden salvarse fácilmente por las márgenes.
También exige cierta habilidad para el destrepe, pues hay algún tramo en el que el caos de bloques y rocas dificulta la progresión y hay que ingeniárselas para avanzar. En una de ellas, parecía que estábamos haciendo una gatera. Hay un par de sifones que conviene evitar, pues no está claro si el paso está limpio y la corriente, aunque no mucha, tiene fuerza.
Quisimos disfrutarlo y tomárnoslo con calma, dado que sería la actividad principal del día. Y tanta tranquilidad nos dimos, que tardamos unas 7 horas en completarlo. ¡Qué pachorra! (jajaja).
Al salir del río, en un puente de piedra que cruza el río en un paraje impresionante, toca salir del agua para pasearse hasta Alquézar. En un cartel indica 5,3 Km, pero no creo que pase de los 3,0 Km hasta el pueblo, eso sí, cuesta arriba y con más de 250 m de desnivel.
Es muy divertido y me lo pasé en grande.
Uno de los tramos que más me gustaron fue el paraje de "la Cocineta del Vero", en la desembocadura del mítico barranco de Chimiachas.
Devolvía el material alquilado a eso de las 21:30.
El día no prestó para más y, rendidos de sueño, decidimos quedarnos en el albergue de montaña de Alquézar y así salir prontito el domingo hacia casa.
Han sido unas vacaciones geniales.
Es curioso, porque mientras en la montaña César va como una moto entre las piedras, yo voy con mucho tiento. Quizá sea porque me impresionan los patios y los grandes desniveles abiertos, con algo de caída, que es lo normal en montaña.
No debemos comparar a las personas, pues cada uno somos como somos, pero parece que en montaña él es más técnico, mientras que yo soy más físico.
Sin embargo, entre las piedras del río, voy dando saltitos sin problemas y puedo pasar por sitios inverosímiles, a pesar de mi tamaño, incluso con más facilidad que él.
Aquí no tengo miedo a caer, porque no veo tanto riesgo, siempre encuentro apoyo gracias a mi estatura y el agua me da una falsa confianza. Sobre todo, desde que Marzo me enseñó lo de la oposición, que es una técnica muy sencilla que utilizaba sin saberlo y que ahora hago con mayor conciencia de lo que estoy haciendo.
Lo que más me gusta de estas cosas es que me sirven para conocerme cada vez mejor. Y cada vez tengo más claro lo que puedo y sé hacer y lo que no.
Me encanta.
lunes, 19 de julio de 2010
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