Como ya comenté en otra ocasión, este fin de semana tocaba la minitriatlón de Figueroles, pero al final no he ido. Ya se sabe que los programas están para saltárselos. El plan ha sido otro bien distinto.
El viernes 24 de julio salimos a primera hora de la tarde con dirección a Benasque (Huesca), con la intención de subir el pico Aneto el sábado 25 de julio. El pico Aneto, con sus 3.404 metros, es la mayor altura de la cordillera pirenaica y un importante atractivo para los montañeros de toda Europa, principalmente franceses y españoles.
El grupo lo formamos Vicent, Cris, Julio y servidor.
Llegamos a eso de las 20:00 al parking del Vado, donde hay una caseta de control que impide el paso a coches particulares al resto del valle de Benasque. Lógico, ya que esto es un parque natural y se hace necesario el control de acceso.
Aquí cogemos un autobús que sube por una estrecha carretera asfaltada hasta la Besurta, pasando por los Llanos del Hospital. Son unos 4,20 € ida y vuelta y unos 10 minutos de trayecto.
Descendemos en el Llano de la Besurta (1.905 m), final del paseo, donde hay una especie de chiringuito de madera, que se encuentra cerrado. En este punto cargamos la mochila a la espalda y empezamos a ascender en dirección al refugio de la Renclusa (2.104 m), donde tenemos reservado alojamiento.
En poco más de 30 minutos llegamos a la puerta del refugio. Ha sido todo más rápido de lo esperado. Cenamos y a dormir, que mañana es el gran día. El refugio está francamente bien. Se nota que lo han rehabilitado recientemente y me recuerda un poco al de Camarena. Nuestra habitación tiene 6 plazas, en literas de 2 y cuarto de baño con ducha dentro de la habitación. Todo un lujo. Compartimos la litera que sobra con 2 franceses de unos 60 años.
Nos levantamos a las 5:15, más o menos. En el pasillo y las habitaciones contiguas hay un rumor continuo de gente. Vicent nos ha dado un poco la noche, pero aún así hemos dormido poco por los nervios.
Desayunamos, aligeramos las mochilas con lo necesario y salimos a eso de las 6:00 hacia el Aneto.
El cielo está limpio y despejado. No se ven nubes y no hay viento.
La primera impresión ya me la había adelantado Paco: un río de gente, como una hilera de hormigas multicolor que asciende por la ladera. Esto va a parecer pronto un pequeño circo.
Empezamos a ascender hacia la Cresta de los Portillones. No existe camino como tal, sino más bien una plataforma de rocas entre grandes bolos de granito. Según se asciende, el camino es menos evidente y hay que ir eligiendo por dónde subir siguiendo un poco el instinto, la lógica, por donde avanza el resto de la gente y los diversos montoncitos que piedras que se dejan como indicación (cuidado con estas señales, que a veces engañan).
Poco antes del Portillón Inferior, Vicent se agobia y dice que se vuelve al refugio, que le está costando mucho avanzar y no quiere ser un lastre. A pesar de nuestra insistencia y ánimos, se da la vuelta.
Siguiendo entre el caos de piedras, pasamos junto al Portillón Inferior (2.742 m). Se ve un cortado en la cresta y una senda que baja con bastante pendiente hacia el otro lado. Hay que decidir por dónde seguir.
Siguiendo a la gente, continuamos paralelos a la cresta, en vez de cruzar el Portillón. Este craso error nos obligará más adelante a tener que cabalgar por la cresta hasta el Portillón Superior. Y digo error, porque a través del primer Portillón, sale una senda que permite acceder al glaciar del Aneto sin tener que hacer pasos aéreos como el trozo que nos tocó caminar.
El cresteo resultó ser algo aéreo, con una caída hacia el este de unos 200 metros y de unos 30 hacia el oeste. Como ya sabréis, tengo algo de vértigo, así que no me resultó demasiado grato este paso, además se levantó algo de viento. Afortunadamente, el granito es muy rugoso y resultaba relativamente cómodo pasar de piedra en piedra. De haberlo sabido, lo hubiera evitado, teniendo la otra alternativa.
Bajada por la canal que forma el Portillón Superior y nos encontramos frente a nosotros, en el horizonte, la mole del Aneto. El camino no es evidente, pero parece que suaviza mucho la subida. Ya era hora.
El horizonte permanece limpio, el sol implacable. Tan sólo en el lado francés se aprecia cierto mar de nubes. Es el día perfecto. Ni encargándolo hubiera salido tan bueno.
Desde este punto hasta el Glaciar del Aneto, se debe caminar entre grandes bolos de granito, acumulados de forma caótica, sin ninguna referencia. Aquí no hay camino o senda alguna. A veces algunos montoncitos de piedras ayudan a orientarse, pero hay que ir saltando, girando, trepando, etc. El trozo es algo pesado, pero divertido.
Al llegar al pie del nevero que da acceso al glaciar, nos ponemos los crampones. Ya parece que son imprescindibles. Hay gente que no se los pone o simplemente no los lleva. Me parece una imprudecia. En caso de resbalar, la trayectoria de deslizamiento ladera abajo por el glaciar no parece demasiado peligrosa, ya que la nieve está algo mojada y la pendiente, sin ser poco, tampoco es muy elevada. Seguramente no resultaría grave el resbalón y pararías pronto. Pero como mínimo parece conveniente no resbalar y más si no sabes dónde pararás. Así que imprescindible crampones y piolet.
Me cuesta más de 15 minutos ajustar los crampones a las botas, ya que éstos son viejos (más de 20 años) y funcionan por el sistema de llaves, tornillos, etc. Los compañeros (Julio y Cris) me esperan pacientes. Los suyos son más rápidos de ajustar. Más modernos.
Equipados adecuadamente, empezamos a subir suavemente por el glaciar hacia el Collado de Coronas (3.196 m). La subida no es difícil.
Poco antes del Collado, sobre una suave cresta de nieve, paralela a pared del Pico Maldito-Coronas, nos damos cuenta que hemos subido demasiado. Se ve claramente una traza en la nieve que desciende hacia el collado.
Al cabo de unos 10 minutos alcanzamos el Collado de Coronas, después de descender unos 50 metros. Hace un rato que estoy francamente mareado. Parece que me haya bebido un litro largo de cerveza y no termino de ir recto del todo. Cris dice que tiene algo de dolor de cabeza, por lo que debemos estar sufriendo un poco de mal de altura.
Para paliar un poco los síntomas, nos tomamos 2 gelocatiles cada uno (650 mg de paracetamol por unidad). Yo aprovecho para descansar un poco.
Al cabo de unos 5 minutos veo que sigo tan mareado o más que antes. Ya que hay bastante gente que todavía está subiendo, invito a Cris y a Julio que continúen con la ascensión. Por un momento me parece que lo voy a dejar en este punto. Tengo algo de angustia y este punto ya está más alto que el Monte Perdido. Quizá pueda conformarme.
Un poco desalentado por la impotencia que me produce el mareo, observo cómo ascienden mis dos compañeros hasta que desaparecen en un giro, tras una roca.
Estoy quieto en el collado. Le nieve lo cubre todo, no tengo una piedra donde sentarme y estoy al sol. No parece que sea buen sitio para esperar.
Empiezo a observar a la gente que pasa. Pronto veo que pasan nuestros compañeros franceses de habitación en la Renclusa. Van equipados a la antigua usanza, con material antiguo, guantes de lana, incluso, pero encordados y todo. Parece que tienen práctica. Suben lentos, pero sin parar. Me dan cierta envidia.
En ese preciso momento, aparecen una pareja de andorranos que ya vimos en la cresta de los Portillones. Se trata de un señor recientemente jubilado y de su hijo o sobrino. El hombre es muy agradable y la conversación es amena. Cresteando ya me animaron a continuar y me dieron bastante moral. Ahora me animan a continuar. Dicen que les siga, que hace un rato que uno de ellos estuvo a punto de abandonar, pero entre los dos, poco a poco, han seguido andando.
Quizá sea el impulso moral que necesitaba. Me doy cuenta que no estoy ya tan mareado. Llevo parado aquí cosa de 15 minutos. Me encuentro mejor, así que me uno a ellos y empezamos a subir hacia el pico, poco a poco.
La subida la encuentro más cómoda que el camino anterior. Es posible que me haya recuperado un poco. Aquí también hay bloques rocosos, pero son pequeños y parecen formar a veces incluso una senda. A mitad de subida me quito los crampones. Ya no serán necesarios.
Voy mirando hacia adelante, para ver si coincido con Julio y Cris, que pueden estar ya bajando. No los veo.
Unos 100 metros antes de la cumbre, me parece ver sobre la línea de la montaña, en el horizonte, una cabeza. Me quedo mirando y vuelvo a avanzar otros metros. Miro de nuevo y ahora hay dos cabezas. Me saludan con grandes aspavientos. Son ellos. Creo que están más sorprendidos que yo de verme subir.
Un pequeño esfuerzo más y ... antecima. Alegría sin fin. Es una sensación fantástica, indescriptible. Mezcla de satisfacción, alegría y orgullo.
No sé quién se alegra más de ver a quién, si yo o mis compañeros. Parece que soy más cabezón de lo que pensábamos. Más moral que el alcoyano, como diría Anna. Se la echa de menos.
Estamos a unos 3.392 m, en un pequeño rellano previo al Paso de la Mahoma. Me asomo un momento a ver el famoso paso y decido dejarlo tranquilo. Hoy no haré cumbre. Todavía estoy algo mareado y creo que ya he tenido bastantes emociones por hoy.
Nos sentamos a celebrarlo. No hay hambre, pero algo habrá que comer. Lo que más tengo es sed.
Compartimos bota de vino con los andorranos que me han acompañado. Me han sido de gran apoyo moral y quizá sin ellos no lo habría acabado. El señor jubilado cruza el paso. No le envidio.
Cris comenta que no ha podido pasar, pero que Julio ha ido y vuelto. Casi diría que es mi héroe del día.
Junto a nosotros, también en la antecima, están los franceses de la Renclusa. Parece que vamos a pasar el fin de semana juntos, sin buscarlo.
Se está muy bien. No hace nada de viento y en el cielo no hay ni una nube. El sol cae sin piedad y la vista es espectacular. Se distinguen muchos picos desde aquí (Coronas, Maldito, Maladeta, Perdiguero, Boum, Maupas, Crabioules, Posets, Mulleres, Besiberri, Pica Estats, Tempestades, Margalida, Russell, etc.), aunque no reconocemos casi ninguno. Qué lástima.
Sólo algunas nubes muy bajas persisten en la parte francesa del Pirineo. Allá, a lo lejos.
Al cabo de una hora y pico de estar allí regodeándonos con la situación, decidimos que empieza a ser hora de volver.
Para el descenso del pico no hay mucha alternativa.
Poco antes del Collado de Coronas, consultamos el plano (guía Alpina). Queremos evitar los Portillones, por no volver a pasar por la zona de bloques de piedra.
Decidimos bajar hacia el Ibón de Salterillo, para buscar el llano de Aiguallut y desde allí volver a la Renclusa. Parece la ruta más sencilla.
Los andorranos nos acompañan, saliendo delante con buen ritmo. No llevan crampones, así que no tienen que entretenerse en ponérselos.
Parece que más gente que duda se suma a nuestro pequeño grupo. Al final seremos casi 15 personas, bajando por distintas zonas y cada cual a su ritmo.
La bajada por el glaciar es muy divertida. La nieve está algo blanda, pero no mojada, así que se baja rápido y con seguridad.
Evitamos acercarnos demasiado al ibón y aprovechamos un curso de agua por el que drena el glaciar. Los bloques de granito son pequeños, fáciles de descender y no presentan demasiados problemas.
Rodeamos el ibón por la derecha (al este). Estamos a unos 2.450 m y la bajada ha sido muy rápida. Ya no estoy mareado y estoy pletórico. Me duele un poco la rodilla izquierda, pero nada importante.
Cruzamos el torrente que drena el ibón y buscamos un sendero que baja hacia el Aiguallut.
Quizá por casualidad o quizá porque el plano está mal, encontramos un sendero que nos lleva a media ladera hacia el Collado de la Renclusa, sin tener que bajar hasta Aiguallut. Nos ahorraremos descender y ascender unos 100 metros de desnivel. Parece puesto adrede. Eso que ganamos.
Al cabo de un par de kilómetros, aparece el sendero que comunica el Aiguallut con la Renclusa. Aquí giramos a la izquierda y empezamos a ascender el Collado de la Renclusa (2.250 m). Perdemos a los andorranos, que no sabían si acompañarnos. No hemos podido despedirnos.
Cuando iniciamos de nuevo la bajada, pasado el collado, nuestra única obsesión es ver el refugio, que tiene que estar ahí mismo, y a Vicent, que debe estar preocupado.
Pronto vemos el refugio y, casualmente, nos parece ver una figura a lo lejos que nos resulta familiar. Empezamos a mover los brazos y a chillar. Nos responde. Es Vicent.
Nos sale a buscar sendero arriba. Encuentro emocionante. Son las 20:00 y toda esta aventura nos ha costado 14 horas completarla. Eso sí, con todas las paradas del mundo y disfrutando cada momento al máximo.
Estamos agotados pero contentos.
Cenamos en el refugio: un buen plato de garbanzos en sopa de verduras, que me saben a gloria, ensalada y carne asada. De postre, arroz con leche.
Ducha rápida y a la litera.
El domingo 26 volvemos a casa con mucha calma. Nos levantamos a las 7:00 y desayunamos. Hacemos tiempo hasta las 9:30, visitando los alrededores del refugio. Las vistas de la montaña y la mañana son perfectas. Otro día extraordinario. Bajamos a la Besurta. Vuelta con el autobús al parking.
En Benasque paramos a visitar la famosa tienda de Barrabés: qué despliegue de equipo, cuánto material estupendo ... qué precios!!.
De vuelta paramos en Castejón de Sos a almorzar. Elegimos el establecimiento siguiendo a varios moteros y acertamos de pleno. Vaya bocatas más buenos y qué cerveza más fresca. Volvemos a parar a mediodía en Ascó. El calor es sofocante. Qué diferencia con Benasque. Ya lo echamos de menos.
Vuelta por Ulldecona, Sant Mateu y por la CV-10 a casa.
Ha sido un fin de semana memorable. Lo único malo es que, a pesar de la crema de factor solar 50 y los retoques del 20, tengo quemado parte del cuello y la parte superior de las manos, ya que llevaba manga larga. Menos mal que no llevaba manga corta.
domingo, 26 de julio de 2009
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Pues com be dius que dic: tens més moral que l'Alcoiano, que ja és dir!! jeje
ResponderEliminarCrec que ho has passat genial, clar que en ixa companyía. M'alegre de que hajes estat ja més alt que abans i en bon sabor de boca.
Enhorabona!!
A la pròxima et vens amb nosaltres, que es notà que no estaves. Però a l'Aneto tardaré en tornar. Haurà de ser un altre pic (jejeje).
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