En lo más profundo del jardín, allí donde la luz prácticamente no ilumina el parco césped, donde el verdín cubre el suelo y la humedad es perenne, se yergue altiva una palmera canaria. Abandonada durante años, sus hojas cuelgan lánguidas, cubriendo todo el cielo. Cada día, los pájaros pían y se arremolinan entre su cogollo, anunciando la caída de la tarde y presagiando la llegada de la noche. Su tronco muestra las cicatrices de alguna poda antigua, entre las que corretean las hormigas y reptan los gusanos. Sus racimos de dátiles amarillos dejan caer su fruto los día de viento, rociando el suelo de puntitos redondos, que crujen al pisarlos y que intentan camuflarse entre las piedrecillas blancas de mármol, al pie del porche.
Pues bien ... ayer me estrené como jardinero con esta palmera. En improvisado oficio de esta profesión, llena de placeres insospechados, emulando al auténtico artista de lo vegetal, decidí (no sin antes pedir autorización al ama por ausencia (P.A.) de la principal) podar la susodicha palmera. Todo empezó con la pértiga que traje para podar y vaciar un abeto precioso, que tenía varias ramas muertas dentro de la copa y que entiendo que es bueno eliminarlas, para que circule un poco el aire y no se acumule tanta humedad, evitando así favorecer el hongo de la negrilla que cubre las ramas inferiores, que seguramente está ahí por culpa de unos molestos pulgones.
La pértiga tenía unos 6 metros de longitud, con una sierra en la punta, y la faena cundió más de lo esperado. A continuación me giré y pensé ... ¿por qué no pasarse a la palmera? Pensaba que era posible que la pértiga funcionara también con las hojas de la palmera.
Sucintamente pregunté si podía y me dijeron que conforme. Así que nos pusimos manos a la obra. Hay que recordar que las hojas pesan bastante (unos 8 kg cada una) y que en la base cuentan con unas púas con las que hay que tener cuidado para no pincharse. Estuvimos toda la tarde para limpiarla. Total: unas 3 horas. Podamos las inflorescencias cargadas de dátiles, que pesaban más de 20 kg cada una y retiramos las hojas en grupos de 4 ó 5 al contenedor, girándolas previamente para poderlas transportar sin riesgo a pincharse.
A pesar de todas las precauciones y de vestir mono, botas, guantes, gafas, casco, etc, no pude evitar que una de las hojas, al caer, rebotara de la punta y me golpeara en las costillas, sin mayor perjuicio que un fuerte dolor, afortunadamente pasajero. Con otra de las hojas me pinché en el muslo derecho que tengo inflamado y que duele bastante. Parezco "el Pupas".
Hoy estoy rendido. Me duele hasta el pensamiento. Tengo dolorido el cuello, la espalda y los brazos. También el pinchazo de la pierna. Está claro que no hace falta ir al gimnasio si tienes una palmera que limpiar en el jardín. Lástima no tener fotos de cómo estaba antes y del resultado final, para comparar. Grave fallo.
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