martes, 11 de diciembre de 2012

Londres navideño

Tower Birdge y el Thames
Poniendo fin a los últimos días de vacaciones del año, me he ido a conocer Londres del 1 al 7 de diciembre, con guía casi autóctona. En su salsa y con su puntillo sarcástico de humor británico.
Espero que algún día me perdone por mi amplio y variado repertorio de imperfecciones.

Entrada por Stansted y salida turbulenta por Gatwick.
He hecho turismo puro y duro, aprovechando hasta el último minuto para ver todo lo que pudiera, caminando sin parar durante horas, hasta casi la extenuación.
En cuanto a la ciudad ¿qué decir que no se pueda leer en otro sitio? Es muy recomendable. Me ha encantado.

Intentado hacer un resumen de esta semana, os diré que han sido días de sol y de frío, con un par de noches lluviosas, nieve a las afueras de Londres (en la ciudad no se vió) y algo de lluvia el jueves 6 por la tarde. Un lujo tratándose de Londres y sus interminables días de niebla, nubes y lluvia.
En los jardines públicos como St. James Park, Kensingotn Gardens o Hyde Park, de magnífica ornamentación romántica, perseguí descaradas ardillas en su incesante e intrépida búsqueda de sustento. Palomas que no huyen de las personas y majestuosos cines y gansos bajo la puesta de sol.
Edificios muchos y diversos, aunque recomiendo St. Paul, Westminster Abbey y las Houses of Parliament, con su Big Ben. Como no podía ser de otra forma.
Preparando la visita a Westminster

En la National Gallery no sabía con qué cuadro quedarme. ¿Tal vez algún Turner, un van Dyck, un Cézanne, un Rembrandt, un Monet, ...? Hay quien prefería algún Van Gogh, pero no se puede coincidir en todo (jajaja). A pesar de mi insistencia, no quisieron regalarme ninguno (jejeje).
Llegué a desesperarme con la gente en el British Museum, en su mayoría españoles e italianos (son igual de gritones y maleducados en su mayoría) y sentir tristeza y una profunda frustración por no poder verlo en su totalidad, tras muchas horas paseando por sus salas. Todavía se me queda la boca abierta y pongo cara de tonto cada vez que recuerdo los relieves del Partenón y los bajorrelieves asirios. ¡Ah! y la entrada es gratuita, para regocijo del populacho curioso y ávido de conocimiento (jejeje).
Toda la ciudad decorada para las fiestas navideñas. Picadilly Square, con sus luces y su animado ir y venir de gentes y tráfico. Trafalgar Square con su abeto noruego, regalo anual como agradecimiento por la WWII, según me explicaron.
El "Guerkin", rascacielos de Foster en la City.
Entre los rascacielos de la City.
Disfruté paseando por la City (la Square Mile), admirando sus interminables rascacielos de estructura imposible, mezclados con edificios góticos o de sabor puramente victoriano. Me encantaron los contrastes. Leadenhall Market tiene un sabor especial, pero resulta imprescindible la sala del Guildhall.
No tiene precio observar cómo corre la gente para comerse un sandwich u otra cosa a mediodía, o cómo salen en masa para volver a casa, desde el corazón de la City, una de las zonas financieras y comerciales más importantes del mundo. Te sientes pequeño observando a la masa, disfrutas, sabiéndote de vacaciones y comprobando por trigésima vez que mi cámara se sigue quedando pequeña para tanta imagen.
Leadenhall Market, con típico sabor navideño.

Tuve que perseguir a los dinosaurios del Natural History Museum "a la carrera", después de dejar atrás sesiones interminables de vulcanología y gemología.
Me quedé ojiplático tras pasear por algunas de las tiendas más pijas y caras de Regent Street o Picadilly Street y comprobar nuevamente que hay quien en un rato se puede gastar el sueldo mensual de un trabajador "normal".
Maravillarse con las diversas formas y presentaciones que pueden tener las "delicatessen" más sofisticadas que podáis imaginar en Harrods o Fortnum & Mason (thanks a lot, Midory). Menudo nivelazo. Al final, el té lo compré en Whittard, en el mercadillo de Covent Garden, tras abusar de las catas "for free". Me decidí por uno negro, especiado al estilo oriental (jejeje).
La bombonería de Fortnum & Mason. Sobran los comentarios.

Alegrar la vista en el mercadillo de Navidad, junto al Thames, o paseando por Portobello Street, en el barrio de Notting Hill, encontrando algunas antigüedades interesantes sin buscarlas.
Entrar en un pub a tomarse una pinta de "London Pride" y ver ganar al Levante UD en directo (jajaja). Estos ingleses tienen vicio por el fútbol, aunque el equipo no sea nacional (jajaja).
Momentos irrepetibles saboreando un mulled wine calentito, en una terraza de Covent Garden, viendo bajar el termómetro hasta rozar los 0ºC. Ni frío, ni calor (jajaja).
Ver gente frente a la típica cabina roja, haciéndose la típica foto, posando con el teléfono, como si llamaran a casa. Poca originalidad, xé!. Aprovechar para hacer una discreta foto del cómo se hizo la foto de la cabina de unos anónimos turistas (jejeje, qué malo soy).
El Royal College of Music. Estilo victoriano.
He podido escuchar música de calidad en cualquier esquina o en el metro, pero me encantó la sesión de jazz al calor festivo de la Crypt de Sant Martin in the Fields, integrados entre londinenses desbocados en un bailoteo alocado. Esta gente se dejó la flema en casa. Genial el ambiente y el menú calentito de soup & pudding por 6,10 libras. Creo que fue lo que más me gustó de todo, si excluimos los museos, claro.
Trafalgar Square, con el Big Ben al fondo y el abeto navideño, regalo del pueblo noruego.

En fin, que ha sido una experiencia muy gratificante. Y ya tengo ganas de irme de nuevo (jajaja)

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