lunes, 2 de noviembre de 2009

Trabajando duramente

Bueno ... no tan duramente. Dicen que el trabajo es salud, aunque no siempre es así. Hoy he tenido un pequeño accidente laboral. Poca cosa, por fortuna, y sin necesidad de baja.
Estábamos de replanteo de una finca, enclavada en un mar de aliagas, debajo de los molinos de viento del Portillo de Buñol y me ha tocado hacer de porteador del GPS. Qué morro tiene Carmen, la topógrafa. Creo que la cuidamos demasiado. Parecíamos jabalíes, abriendo camino entre la vegetación.
Bajando una ladera con mucha piedra suelta, he resbalado y he caído sentado en el suelo. Como tantas otras veces. Me he clavado una piedra en el brazo izquierdo y he parado el resto de la caída con la mano sobre una aliaga extremadamente cariñosa. Como resultado, tengo la palma de la mano erosionada y salpicada por más de 20 pinchas, que le dan la apariencia de tener sarampión y un bultito en el brazo. Duele un poco.
Para colmo, un poco más adelante he vuelto a resbalar, pero esta vez sólo la pierna derecha. Me he quedado en el suelo como si fuera una bailarina de ballet, con las piernas abiertas, bien estirada la derecha, casi recta sobre el suelo. Fuerte contractura en el cuádriceps derecho, además del daño moral. A mitad de muslo. Ya no he podido salir a correr esta tarde. Maldición.
En mi línea, vuelvo a ser "el Pupas". Cómo no.

Unas fotos, posando con el equipo. Pedazo antena. Incomodísima para moverse entre las aliagas. Lo de parecer jabalíes no es por decirlo.

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