viernes, 30 de julio de 2010

Vuelta al macizo de Monte Perdido del 9 al 12 de julio 2010.

Hace ya algunos días que completé esta bonita vuelta y todavía no había encontrado un momento de tranquilidad para escribir la crónica. Y es que últimamente no encuentro tiempo para hacerlo todo (puf).
Esta ruta era un proyecto antiguo, al que le tenía muchas ganas, y que ya en octubre de 2009 intenté realizarla, pero un fin de semana de mal tiempo y algunas cuestiones psíquicas que no entraré a detallar, me hicieron descartar aquella posibilidad.
Como todo llega, al final a esta ruta también le ha llegado el momento y la compañía adecuados. ¡Volvemos a Pirineos!.

Los preparativos
El jueves 8 de julio de 2010 quedamos Julio, Cris y Mario en el refugio de Pineta a eso de las 20:30. Como ya me imaginaba, no fuí demasiado puntual. Entre la salida de casa y la carretera, castigada por el sol del verano sobre la llanura aragonesa (y yo sin aire acondicionado), me hicieron tener un viaje "entretenido", pero vino bien llegar tarde, porque Julio y Cris me plantearon un reto a eso de las 20:15 a través del teléfono: no tenían crampones, ni piolet y después de hablar con la gente del refugio, tenían la necesidad de alquilarlos.
Eso ya me lo imaginaba yo y mira que les había avisado que los cargaran o yo se los subía desde casa.
Como ya estaban en Pineta, esa parte me tocaría hacerla a mí. Improvisando, para variar.
Así que a las 20:15, a la altura de Broto, me tocó pensar dónde encontrar unos crampones, antes que cerraran las tiendas. Fue un mini-momento de pánico, porque supuse que si no los tenían, no querrían hacer el recorrido y me veía solo por la sierra.
Pero hubo suerte. En Ainsa encontré una tienda de aventura que todavía estaba abierta a las 20:50 de la tarde, frente a la estación de servicio que hay a la salida del pueblo, hacia Bielsa. La suerte del desesperado (jajaja).
Tanta fue la alegría que me entró, que estuve casi 20 minutos hablando con el dueño y me enteré así de los muchos viajes que había hecho a Marruecos, al Tíbet, de los muchos barrancos que ahora estaban peligrosos por el fuerte deshielo, etc. Casi lo sometí a un interrogatorio que gustoso alternó con una conversación sosegada y productiva. Un personaje muy peculiar y agradable. Pero ya tenía los crampones, que era lo importante.
Llegaba al refugio de Pineta a las 22:00, justo para cenar y dormir. El refugio está al lado de la carretera y está en muy buen estado. Casi parece un pequeño hotel. De lujo.

Viernes 9 de julio 2010.
Refugio Pineta - Balcón de Pineta - Tucarroya - refugio Espuguettes
.
Distancia (plano) 17 Km, desnivel +1.860 m y -1.069 m.
Salimos tarde y a las 8:30 empezamos la marcha. Estoy nervioso y me he dedicado a poner y quitar de la mochila cosas a última hora. El resto se queda en el maletero del coche.
Tengo que asegurarme es de llevar el material duro, principalmente crampones y piolet, algo de agua y alimento suficiente para la comida y picoteo de los cuatro días previstos.
La subida al Balcón de Pineta es durilla, pero no presenta ninguna dificultad destacable. Quedan muchos neveros que se sortean fácilmente. Descartamos acercarnos a la cascada que forma el nacimiento del río Cinca.
Superado el primer resalte rocoso (Faja de la Tormosa), nos confundimos de senda y nos metemos en una canal formada por un canchal de piedra muy fina e inestable que nos entretiene innecesariamente más de 20 minutos. Vaya forma tonta de perder el tiempo (jajaja).
Poco antes de alcanzar el Balcón de Pineta, nos toca cruzar el primer nevero del día. La nieve está ligeramente blanda y apenas resbala.
La primera alegría fuerte de la jornada nos la da la vista desde el Balcón de Pineta. Es espectacular. Merece la pena subir hasta aquí. Estamos contentos. Vaya subidón de adrenalina.
Besos y abrazos. Alrededor está todo nevado. A partir de los 2.400 m quedan muchos neveros y apenas se ven rasos. Paisaje blanco e invernal. La cara norte del Perdido impresiona.
Rodeando el Lago Marboré nos dirigimos al refugio de Tucarroya (2.666 m). En un par de tramos nos toca ponernos los crampones de tanta nieve que hay. Por seguridad, aunque no hacían falta. La pendiente previa está limpia y sobre nuestras cabezas aparece el refugio, colgado en un estrecho collado, a modo de brecha. Es una ubicación sobrecogedora y espléndida a la vez. Un balcón frente a Monte Perdido y el Cilindro. No encuentro palabras adecuadas para describir las sensaciones. Genial.

En el refugio encontramos un grupo de 4 franceses que querían subir a Monte Perdido por la cara norte, pero viendo la cantidad de nieve que queda, han decidido pasar aquí la noche y retirarse mañana. Observan atentos con los prismáticos a otros montañeros que están intentando acceder a la Diagonal. De 6 que vemos, abandonan 4. La cosa debe estar mal.
Comemos tranquilamente en el refugio.
Cuando nos ponemos en marcha, Cris duda. La cara norte del collado de Tucarroya (lado francés) es una larguísima pala de nieve que se precipita con unos 45º-50º hacia abajo, con mucha, pero mucha nieve. Hay huella y parece que la nieve está bien, ni helada ni demasiado mojada.
Ni Cris ni Julio tienen experiencia en estas lides, por lo que les explico unas nociones mínimas, a ver si así gana confianza Cris. La autodetención y una progresión segura es lo más importante. Tengo la suerte de verla nerviosa, porque así tengo alguien en quien entretenerme y no pensar en mi propio canguelo.
Tras muchas dudas, al final se anima. Una chica valiente. Con algunas explicaciones "in situ" y mostrarles la técnica a emplear, aprendida con Tomás en el viaje al Atlas, empezamos a descender con un piolet, de cara a la pendiente. Julio primero, luego Cris y yo el último. La progresión se hace lenta, pero segura. No me veo bajando esto sin crampones.
Los franceses, sorprendidos por la decisión de bajar, se apostan en una zona segura para sacarnos fotos y vídeo. Animan sobretodo a Cris, que va con más dudas. Levantan el dedo pulgar en señal de aprobación y dan muestras claras de ánimo. Uno de ellos señala con fervor la estatuta de la virgen de Lourdes que hay al lado del refugio. "Ella te ayudará", nos grita en francés. Mucho cachondeo es lo que hay.

Superadas las peores rampas, podemos empezar a bajar en zig-zag hasta un pequeño collado, situado hacia la izquierda. Esto no ha sido tan complicado como parecía. Más allá, siguen los interminables neveros en nuestro camino.
Pronto empalmamos con la HRP (Haute Route Pyrénéenne - Alta Ruta Pirenaica, que recorre la parte francesa de los Pirineos).
Como el ritmo es más bien leeeeento, voy adelantando a ritmo fuerte y haciendo largas paradas, incluso desandando lo avanzado. Así hago algo de ejercicio, tipo Fartlek, pero sin llegar a correr (o casi) (jajaja). Al final, me sugieren que me adelante al refugio, que ellos llegarán más tarde.
En el valle próximo se ha formado un bonito mar de nubes que sube poco a poco hacia nosotros. Me voy a tener que dar prisa para no quedar atrapado por la niebla.
A pesar del fuerte ritmo de marcha que me impongo (casi al trote), supero la Hourquette d'Alans rodeado por una espesa niebla. Aquí es donde pasamos del valle de Estaubé al de Gavarnie. Estoy consiguiendo sudar copiosamente (¡bien!).
El tramo antes del refugio de Espuguettes me lo paso francamente mal, rodeado por una densa niebla, que me impide ver a más de 10 metros. Me encuentro en dos ocasiones, de forma súbita, un grupo de vacas que me miran asustadas.
De pronto, y tras varias dudas sustanciales (no me he traido el GPS), aparece un cartel indicando "200 metros al refugio". Me pongo a contar pasos por el sendero que indica y me lo encuentro de morros cuando llevo 185 m (puf). He tenido suerte.
Tras dejar los trastos, cojo el frontal y me vuelvo a la carrera a buscar a los compañeros. Si he estado a punto de perderme, ellos también pueden pasar por lo mismo. La niebla, por fortuna, se alza pronto y tan sólo tengo que sentarme en una piedra para poder verlos a lo lejos. Me toca esperar más de 45 minutos. Pero ... ¿qué hacíais? ... ¿perseguir caracoles? (jajajaja).
Creo que me he puesto físicamente tan fuerte, que ahora cualquier cosa me sabe a poco (jejeje).

Sábado 10 de julio 2010.
Refugio Espuguettes - Circo y cascada de Gavarnie - Échelle des Sarradets - refugio Sarradets
.
Distancia (plano) 8,5 Km, desnivel +971 m y -497 m.
Salimos nuevamente tarde del refugio (9:30). Menos mal que estamos de vacaciones y venimos a pasar unos días tranquilos, muuuuuy tranquilos, en la montaña. Esa era la idea.
En la puerta, un burrito peludo, de los que usan para subir provisiones al refugio se me acerca curioso. Se pega a mí para que lo acaricie. Me da golpecitos con el hocico, buscando la mano, que quiere que le pase por la cabeza y el cuello. Qué graciosos son estos animalicos.
Bajamos por el bosque de Arribama, que es una preciosa senda a mitad de la ladera del valle de Gavarnie, entre abetos y siguiendo la HRP. Sin ninguna dificultad.
Al llegar al fondo del valle decidimos acercarnos a la cascada. Creo que vale la pena, ya que vamos con calma y tenemos tiempo.
La cascada del Circo de Gavarnie tiene unos 800 m de recorrido, con varios saltos. El último es un tramo de 400 m en caída libre. Dicen que es una de las más altas, si no es la más alta de Europa. Destaca este salto de agua, pero hay muchos más, todos ellos al abrigo de impresionantes cimas calcáreas de más de 3.000 metros. Es un sitio al que hay que ir. El vídeo que os inserto, aunque bonito, no le hace justicia. Está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.


Al pie de la cascada nos tumbamos un rato al sol, maravillados con la vista que nos rodea. Aprovechamos para almorzar y entretenernos en el río.

Pasado mediodía decidimos empezar la subida por las "escaleras" de Sarradets (l'Échelle des Sarradets). Yo había estado barajando la posibilidad de subir por la otra ruta alternativa, pero son unos cuantos kilómetros más y quizá no sea tan impresionante el "patio" como me imagino. Así que al final, nos subimos por aquí.
El paso no es tan complicado como me parecía, pero reconozco que si tuviera que hacerlo de bajada, me lo pasaría francamente mal. La piedra está fracturada a modo de escalera y hay que subir ayudándonos de las manos. Si nos pegamos a la pared de la izquierda, apenas hay sensación de "patio", pero no hay que descuidarse: hay más de 300 metros de caída libre a pocos metros de donde caminamos. Un error puede ser terrible.
Si se tiene vértigo, miedo a las alturas, si hay nieve o si está muy mojado, mejor evitarlo. Sobretodo si vamos en sentido descendente. Sólo es una opinión.
Con esto en la cabeza, voy subiendo mientras hiperventilo. Hay un par de ratos que lo paso francamente mal. Mis compis aquí no tienen problema, pero yo soy bastante torpe ante las alturas. El mismo terreno sin patio, me parecería una chorrada. Sin embargo, mi cabeza bloquea mi cuerpo y me impide progresar con "normalidad". Y eso que he mejorado muchísimo en pocos años, pero es lo que hay. No todo el mundo valemos para lo mismo, está claro, ¿no? (jejeje).
Superados los peores tramos (llegué a contabilizar unos 3), la pendiente se suaviza poco a poco y pronto nos vuelve a aparecer la nieve. Estamos por encima de los 2.300 m. Un valle nevado nos conduce hasta el pie del refugio de Sarradets, que destaca sobre una peña. Al fondo, la muralla de roca dominada por el Casco del Marboré y sobre la que se abre la Brecha de Rolando.
Cenamos en Sarradets, donde teníamos reservada plaza. Lo de reservar es fundamental y hasta primeros de julio no me pudieron confirmar las plazas (puf, por poco). Mucha gente le toca dormir en la calle, enrollados en mantas. Estamos completamente rodeados de nieve por todos lados. Es fascinante. En este refugio no hay duchas y cuenta con un servicio (WC) dentro y otro fuera. Para 60 personas. Es lo que hay. Al menos, el ambiente es inmejorable.

Domingo 11 de julio 2010.
Refugio Sarradets - Brecha de Rolando - Pico Taillón - refugio de Góriz
.
Distancia (plano) 7,7 Km, desnivel +971 m y -497 m
.
Salimos a eso de las 8:15 del refugio de Sarradets ladera arriba, en dirección a la Brecha de Rolando. Tenemos un magnífico día azul, brillante y sin nubes.
La ladera de acceso es una continua pala de nieve desde la puerta del refugio hasta la misma Brecha. Con calma y sin acelerarnos subimos al ritmillo hasta la misma Brecha. Seguimos dominados por una calma absoluta a la hora de caminar.
Bueno ... yo sigo yendo y viniendo, como un perrillo de caza, para acompañar a mis compañeros y no aburrirme en exceso con el ritmo.
La Brecha es un sitio singular. Se trata de un profundo corte sobre la muralla calcárea que sirve de frontera infranqueable entre España y Francia. Las vistas son grandiosas y la cámara, sin gran angular, tiene dificultades serias para captar las imágenes. Me entretengo haciendo paronámicas, pero no hacen justicia al paisaje. Hay que venir aquí.
Reconozco que soy un caprichoso y quería subirme a alguna cumbre. Así que, tras algunas dudas, decidimos acercarnos a al cercano pico del Taillón Julio y Mario. Cris se quedará en la Brecha, al solete, esperándonos. Dice que no quiere cansarse mucho.
Cogemos cuatro cosas imprescindibles y empezamos a subir. Toca bordear el Dedo, tras un prolongado nevero, por el lado de la derecha, el francés, que es el que menos patio tiene y además, está limpio de nieve. No tiene ninguna dificultad.
A continuación queda un gran nevero, que presenta una cornisa de unos 50 cm y más de 200 m de longitud, a caballo entre dos generosos patios. No hay sensación de peligro, porque la nieve está muy buena y no hace siquiera viento, aunque me siguen pareciendo imprescindibles los crampones. Hay quien lo cruza sin llevar nada. Ni el piolet (puf).

La llegada a El Taillón (3.146 m) es apoteósica. Es un pico muy sencillo y no tiene ninguna dificultad técnica. Es el único que vamos a hacer en esta vuelta a Monte Perdido. En verano debe ser una pedriza árida y descarnada, pero ahora nos ha acompañado la nieve en gran parte del trayecto. Se hace ameno y divertido. En los últimos metros antes de la cumbre ya no queda nieve. Hemos subido en menos de 1 hora, poniendo y quitando crampones dos veces. No está mal.
Hacia Monte Perdido hay una gran nube de tormenta que cubre la cima y el Vignemale se ve frente a nosotros, con su imponente glaciar. La vista es soberbia.

Volvemos a por Cris y continuamos camino. Ahora queda decidir si pasaremos por el Paso de los Sarrios y la Gruta Casteret.
Cris dice que no está muy por la labor, así que seguimos por el valle hacia abajo, siguiendo la pala de nieve, que es continua hasta los 2.400 m, más o menos.
Pasado el Collado del Descargador y llegando al Cuello de Millaris, empieza a ponerse el cielo muy cerrado de nubes. Pronto nos descarga una fuerte tormenta, con abundante agua y granizo. Al principio, las piedras son como garbanzos, más o menos, pero acaban siendo como nueces. Ahí ya duelen al caer.
Julio y Cris corren para refugiarse en una cueva que encontramos, protegida por un muro de piedras, a pesar de mis protestas. Me parece innecesario refugiarse, aunque luego lo agradeceré viendo cómo se pone a llover. Arrecia por dos veces con rabia, aunque lo más gordo cae hacia el valle de Añisclo. Al día siguiente descubriremos un paisaje completamente blanco de granizo entre Góriz y el cañón de Añisclo.
En un momento de aparente calma, que parece que será largo, decidimos ponernos en marcha. Pero a los diez minutos de empezar a caminar, nos vuelve a diluviar.
Yo aprieto la marcha, siguiendo las marcas del GR-11, adelantándome a mis compañeros, y termino enrollado entre un grupo de piedras, en una pequeña hondonada, protegido de la lluvia y el granizo por mi poncho, por temor a los relámpagos que cada vez caen más cerca (a veces cuento menos de un segundo entre relámpago y trueno). Así permanezco más de quince minutos hasta que desisto y decido continuar, a pesar de las condiciones.
Poco antes de entrar en Góriz hay que cruzar un arroyo, que está muy crecido por la lluvia. Pierdo más de diez minutos bajo la intensa lluvia investigando por dónde está el mejor paso. No resulta sencillo.

Esta es la famosa noche de la final del Campeonato del Mundo de Fútbol (o algo así), así que en el refugio la gente se concentra en el comedor del refugio, debajo de dos pequeños altavoces conectados a una emisora de radio en FM, ante el estupor y la paciencia de los guardas, que intentan charlar durante la cena, a pesar de los "uyyysss" y los "sshhhh" de algunos montañeros con espíritu futbolero. Menuda peña.
Creo que es uno de los pocos días que a las 23:30 y pico se gritó "¡¡GOOOOLLLLL!!" de una forma exageradamente escandalosa, rompiendo el necesario silencio y que, en el fondo, nadie se sintió demasiado molesto por ello. (Bueno ... creo que no había holandeses entre nosotros (jajaja)).
Supongo que ya sabréis que ganó España (1-0). Era imposible no enterarse.
Fue una experiencia curiosa e interesante escuchar el partido por la radio, pero sobretodo ver las caras de desesperación y nervios que ponía la gente. Me encanta observarlos (jejeje).

Lunes 12 de julio 2010.
Refugio de Góriz - Collado de Góriz - La Fon Blanca - Collado de Añisclo - refugio de Pineta
.
Distancia (plano) 14,5 Km, desnivel +1.057 m y -1.997 m
.
Hoy toca despedir a Cris, que ha decidido bajarse a Torla, atravesando Ordesa. No le parece conveniente volverse por Añisclo a Pineta.
Así que salimos a eso de las 8:40, por encima de la estación meteorológica de Góriz, buscando las marcas del GR-11 y el Collado Superior de Góriz o Collata Arrablo.
La marcha no reviste ninguna dificultad y llevamos buen ritmo. En el mismo collado continuamos hacia el fondo del valle de Añisclo, evitando el paso de la Punta de las Olas. En el refugio de Góriz nos han aconsejado no cogerlo porque presenta todavía demasiada nieve.
En la Fon Blanca almorzamos, junto a una caseta de pastores y una pasarela metálica sobre el río. A partir de este punto hay que afrontar la subida más fuerte de la jornada hasta el Collado de Añisclo.
En el Collado de Añisclo comemos y descansamos un poco al sol. No son ni las 13:00 y no hemos apretado el ritmo. Me ha gustado la subida. Mucha agua por todos lados en forma de cascadas y saltos.
La peor parte del día empieza aquí. A partir del Collado de Añisclo (2.453 m), hay que bajar por el GR-11 hasta el refugio de Pineta (1.240 m), que se adivina al fondo del valle. Son más de 1.200 metros de desnivel negativo, que hay que descender en poco más de 2 kilómetros. Quizá tres. Es un rompe piernas.
Al principio hay mucha piedra suelta y la senda no es evidente. Yo voy con tiento, pues la ladera tiene mucha pendiente y da una falsa impresión de caída al vacío. Llega a impresionar.
Al llegar al hayedo que hay en el fondo del valle, resbalo y me caigo al suelo, de espaldas. Es la primera caída del viaje. Sin consecuencias.
Cruzar el río Cinca es otra mini-aventura. Está dividido en cuatro brazos, desbordado, y ha inundado caminos y sendas próximas al refugio. Nos toca descalzarnos y pasarlo con calma, con cuidado para que no nos arrastre la corriente. El agua fría se agradece después de tanta bajada. Noto la parte externa de ambos muslos muy recargada por la bajada. Es el cuádriceps, pero ... ¿fascia lata o vasto externo? ... ¡cuántas dudas!.
Al llegar al refugio descargamos las cosas y cogemos el coche para ir a buscar a Cris a Torla.

Martes 13 de julio 2010.
Tras la suculenta cena de anoche y el merecido descanso en el refugio, nos levantamos tranquilamente.
Julio y Cris se vuelven a casa, mientras que yo pasaré el día por el refugio, disfrutando de algún libro y hablando con la gente. Aprovecho para escribir un poco y para bajarme a Bielsa a dar una vuelta por esta muestra local de civilización. Busco pan fresco y fruta, que es lo que más echo de menos. Un rato de siesta y otro de baño. Día de relax total.
Pero el día no habría sido completo de no haber compartido la jornada con Agustín, con Birgit y Tamara, una singular familia de Madrid que están haciendo el GR-11. Tamara tiene sólo 10 años y está hecha una máquina. Ayer hicieron la misma etapa que nosotros y no protestó en todo el día. Me encantó conoceros y espero coincidir pronto con vosotros.

Fotos
Dispongo de más de 750 fotos de la excursión completa, de las que más de 500 son mías. Me dicen que tengo "el dedito flojo" (no lo sabéis bien, jejeje). Os pongo una pequeña colección para compartirlas, ordenadas por itinerario y comentadas, pero no hacen justicia al sitio, como ya os he comentado.


Agradecimientos
Me veo obligado a dedicar un apartado de la crónica para recordar a la gente que me fuí encontrando y, sobre todo, con los que compartí algo de mi tiempo. Os llevaré siempre en mi memoria.
Gracias a Julio y a Cris por el viaje y la compañía. Me alegro de haberlo hecho con vosotros. Acordaos siempre de Lourdes (jejeje).
A la familia de Agustín "el rizos" por nuestro agradable y sorprendente encuentro. Da gusto hablar con vosotros.
A la gente del refugio de Pineta (Abel y Quique), por sus consejos y su paciencia. Al final no perdí ni la batería de la cámara, ni las camisetas gracias a vosotros (jejeje).
Y por último a Vicente, de Torrent, por tus consejos sobre el Vignemale. Me vinieron muy bien.
A todos, gracias.

Algunos comentarios finales.
El tema de la comida he decidido solucionarlo, para los cuatro días, con algunas barritas, fruta seca (orejones) y turrón de Jijona en varios formatos. Lo del turrón ha sido un acierto, ya que tiene proteínas (clara de huevo, almendras), azúcares y miel. En una tableta de poco peso (150 g) se concentran unas 570 Kcal. Además, al resultar algo graso al paladar, da sensación de saciedad con rapidez acompañándolo con agua. Lo aprendí de Paco Zen y me parece una idea perfecta. No me ha dado problemas ni un solo día, aunque termina por cansar tanto turrón (jejeje).
Por el agua, llevo 2 litros en un depósito tipo "camel", que meto dentro de la mochila, dejando el dosificador cerca del pecho. Siempre necesito mucho líquido y debo reponer de cuando en cuando, pero no hay problemas para encontrar agua de camino, evitando las zonas de ganado. Al final del día consumo unos 4 litros. A veces más.

Después de hacer el itinerario completo (en 4 días) y viendo que son unos 47 km y unos +4.500 m puedo afirmar que es muy factible e incluso me atrevería a hacerlo en dos días, empleando para ello menos de 24 horas en total (descansando una noche en Sarradets).
Siendo como es muy técnico y con tramos de cierta dificultad, que no permiten correr y que no sé si me atrevería a hacerlos de noche, no creo que pudiera a hacerlo del tirón (todo seguido, en menos de 24 horas).
Además, en la época en la que lo he hecho, hay demasiada nieve y no pudimos pasar por la Punta de las Olas, que nos hubiera evitado mucho camino y desnivel acumulado.
Lo de hacerlo en menos de 24 horas le llaman ahora "Monte Perdido Xtrem". Un nombre ocurrente para otra flipadura más en "montaña". Sólo apta para unos pocos.
Pero con toda franqueza: no creo que lo intente porque no creo que lo disfrutara. Hay mucho que ver y se pierde detalle con tanta velocidad y estrés ... y os lo digo por "otras" experiencias (puf).

Slow down and enjoy your path, baby!

viernes, 23 de julio de 2010

Y se sonrió ...

Me acerqué con la cantimplora a la fuente que queda fuera del refugio de Bayssellance. Tenía que llenarla para poder iniciar nuestro regreso a Pineta, antes de comer.
No me percaté de su presencia.
Junto a la fuente, un grupo de jóvenes scouts italianos se divertían mientras uno de ellos pretendía que le hicieran una foto poniéndose a horcajadas sobre el chorro de la fuente, simulando que meaba copiosamente.
Me paré frente a ellos para observarlos, con cierto rictus de seriedad, que podría con facilidad confundirse con el de fastidio o molestia. No hizo falta cruzar una sola palabra, tan sólo mirarles.
El chaval reparó en mí y se retiró discretamente, como avergonzado. Supongo que verse a un personaje como yo, tan grande y en comparación, algo ajado, debe resultar imponente.

Me sonreí al ver su reacción. La verdad es que me hacía gracia la escena , pero estaba con la cabeza en otro sitio cuando me acerqué a ellos, ligeramente distraído. Me hubiera gustado ver cómo se divertían un rato, pero no reparé en la escena hasta que estuve delante de ellos.
En un momento y sin palabras, había provocado una situación embarazosa para los chavales, que resolví tras rellenar mi cantimplora y hacerles un gesto, que les invitó a reírse un rato. Con una gran sonrisa de satisfacción en la boca y un alegre "buon giorno", me volví hacia el refugio.

Fue entonces cuando escuché su risa. Me giré para ver de dónde venía y pude observar entre los chavales a una chica que estaba sentada con la espalda apoyada en la pared del refugio.
Nos quedamos mirando durante un instante, que me pareció una eternidad.
No sé si yo la busqué o fue ella la que me animó, pero entablamos rápidamente una breve conversación.
Era francesa y estaba sola.
Estaba recostada al sol, contra la pared, con sus pequeños pies desnudos lacerados por las ampollas. Descansaba de una dura jornada de marcha, y pensaba con vehemencia continuar al día siguiente hasta Gavarnie. No quise contrariarla, pero sus pies no parecían pensar lo mismo.
Pequeña, morena, de ojos brillantes y vivos, inteligentes, que hablaban sólo con mirar, de voz dulce y acompasada, de gestos suaves y deliciosos, de facciones sosegadas y graciosas. Un aire de belleza griega, vestida de montañera.
Se tocaba nerviosamente el pelo moreno y ondulado que le cubría la frente y deslizaba por su espalda. Una y otra vez se lo peinaba entre los dedos o cogía un mechón y jugueteaba nerviosamente con él.
Me fascinó.

Estuvimos hablando durante una hora que me hubiera encantado que no pasara nunca.
Yo, en mi pobre francés, que ella escuchaba con atención, y ella, balbuceando algunas palabras en español.
Había algo entre los dos. Se notaba. Llámese electricidad, química o yo qué sé.
Me noté perderme en la situación. Como un náufrago en la tempestad. Sólo prestaba atención a su voz, a sus gestos y a sus ojos. Y manteníamos una conversación vacía, insulsa, por la simple excusa de hablar juntos, acariciados por el sol de la montaña, notando las nubes que iban y venían, la fresca brisa que subía del valle.
Cuánto tiempo hacía que no me sentía así de deslumbrado, de embelesado, de embrujado. Ni me acordaba de la sensación.
Se me debió quedar cara de bobo. Seguro.

César, mi compañero, se dio cuenta enseguida de la situación y no me metió prisa. No la teníamos. Se limitó a acompañarnos discretamente, sin inmiscuirse más de lo necesario. Estábamos a gusto.
Nos dimos los emails. "Te escribiré, le dije", en francés, claro. Se sonrió.

Profesora de arte en un instituto de secundaria en París, se venía a Pirineos, cerca de su Toulouse natal, a vagar por sus montañas en verano.
Pero París está muy lejos, quizá demasiado, y además, estoy lleno de cicatrices.

Me despedí de ella, iniciando el descenso al valle, y estuve después un par de días que no hacía más que hablar de ella (jajaja).
Soñar despierto es gratis y he de confesar que me encanta hacerlo. No tengo remedio.

Ha sido un placer coincidir contigo, Rachel.

Adieu tristesse, bonjour la joie!

lunes, 19 de julio de 2010

Barranquismo en el Río Vero

Tras una semanita larga por Pirineos, me estaba empezando a resultar cargante tanta montaña. No es que me cansara, pero finalizado el macizo de Vignemale (3.298 m) y después de los días alrededor de Monte Perdido, nos apetecía hacer alguna otra cosa distinta y guardar los picos que teníamos programados para el sábado 17, Garmo Negro (3.066 m) y Argualas, para otra ocasión (jejeje).
Creo que estábamos demasiado cansados del coche, ya que Gavarnie está a muchos kilómetros de Ainsa. Y los dos paseos por Bielsa y luego la vuelta por el Portalet, nos supusieron más de 4 horas de coche cada uno de ellos. Agotadores. Demasiadas curvas y carreteras lamentables, aunque de una belleza salvaje. Habíamos ido a caminar, no a hacer curvas y más curvas de carreteras de montaña.
El coche me agota y me aburre soberanamente. A la próxima que me acerque por allí, lo haré desde Panticosa, por les Oulettes o desde Bujaruelo y andando (jajaja).

Así que decidimos el sábado 17 de julio irnos César y yo desde el refugio de Pineta a Alquézar (Huesca) y así hacer un barranco en la mítica sierra de Guara. Un "pensat i fet".
En principio, la idea era hacer el barranco Basender, que es seco, muy bonito y de iniciación, y aprovechar que desemboca en el río Vero, para bajarlo hasta Alquézar.
Pero las cosas no salen siempre como se improvisan y no disponíamos de un arnés de mi tamaño, por lo que descartamos esta opción, teniendo que optar por el cañón del río Vero.
Y creo que acertamos.

Disponíamos de dos coches, así que salimos con uno de ellos a eso de las 12:30 en dirección al aparcamiento que hay cerca de un aforador en el río, donde hay acondicionado un pequeño parking, y descendimos junto al río para cambiarnos. El otro esperaría en Alquézar a nuestro regreso. La alternativa es un autobús, pero sólo funciona en verano y el último era a las 9:30. Ya no nos daba tiempo a cogerlo.

Aunque el río Vero no tiene desarrollos verticales (rápeles), sí que es necesario llevar un neopreno, puesto que son muchas horas dentro del agua, que está muy fría. Son 8 km de largo con tramos que pueden salvarse fácilmente por las márgenes.
También exige cierta habilidad para el destrepe, pues hay algún tramo en el que el caos de bloques y rocas dificulta la progresión y hay que ingeniárselas para avanzar. En una de ellas, parecía que estábamos haciendo una gatera. Hay un par de sifones que conviene evitar, pues no está claro si el paso está limpio y la corriente, aunque no mucha, tiene fuerza.

Quisimos disfrutarlo y tomárnoslo con calma, dado que sería la actividad principal del día. Y tanta tranquilidad nos dimos, que tardamos unas 7 horas en completarlo. ¡Qué pachorra! (jajaja).
Al salir del río, en un puente de piedra que cruza el río en un paraje impresionante, toca salir del agua para pasearse hasta Alquézar. En un cartel indica 5,3 Km, pero no creo que pase de los 3,0 Km hasta el pueblo, eso sí, cuesta arriba y con más de 250 m de desnivel.
Es muy divertido y me lo pasé en grande.
Uno de los tramos que más me gustaron fue el paraje de "la Cocineta del Vero", en la desembocadura del mítico barranco de Chimiachas.
Devolvía el material alquilado a eso de las 21:30.
El día no prestó para más y, rendidos de sueño, decidimos quedarnos en el albergue de montaña de Alquézar y así salir prontito el domingo hacia casa.
Han sido unas vacaciones geniales.

Es curioso, porque mientras en la montaña César va como una moto entre las piedras, yo voy con mucho tiento. Quizá sea porque me impresionan los patios y los grandes desniveles abiertos, con algo de caída, que es lo normal en montaña.
No debemos comparar a las personas, pues cada uno somos como somos, pero parece que en montaña él es más técnico, mientras que yo soy más físico.
Sin embargo, entre las piedras del río, voy dando saltitos sin problemas y puedo pasar por sitios inverosímiles, a pesar de mi tamaño, incluso con más facilidad que él.
Aquí no tengo miedo a caer, porque no veo tanto riesgo, siempre encuentro apoyo gracias a mi estatura y el agua me da una falsa confianza. Sobre todo, desde que Marzo me enseñó lo de la oposición, que es una técnica muy sencilla que utilizaba sin saberlo y que ahora hago con mayor conciencia de lo que estoy haciendo.
Lo que más me gusta de estas cosas es que me sirven para conocerme cada vez mejor. Y cada vez tengo más claro lo que puedo y sé hacer y lo que no.
Me encanta.

lunes, 5 de julio de 2010

Trabajando duramente por Madrid.

Trabajando duramente ... o quizá no tanto.
Ya sabéis que me autoimpuse la norma de no hablar de trabajo en el blog, pero esta vez me veo en la necesidad de compartir con vosotros un poco de lo que estuve haciendo la semana pasada, aunque no entraré en detalles. Hay que intentar ser discreto.

El pasado 28 de junio, nada más volver de vacaciones, y todavía con los pies en el aire, nos fuimos dos compañeros y yo a Madrid, al Fondo Documental del Monte, un archivo histórico que gestiona el Ministerio de Medio Ambiente, donde se acumulan documentos y legajos generados por la administración forestal desde hace varias décadas. Este fondo comparte espacio con el de vías pecuarias, así que ya os podéis hacer una idea de su importancia.
El objetivo era pasar unos días buscando una serie de documentos y desentrañando la estructura del archivo, con el objetivo de saber qué nos podría aportar sobre lo que ya tenemos aquí.
Además, aprovecharíamos para rescatar algunos planos de deslindes y amojonamientos que datan de finales del XIX y que tenemos en muy mal estado de conservación, para digitalizarlos.
Volvíamos a casa el 1 de julio por la noche en el Alaris. Cansados, pero contentos. Hacía más de 15 años que no cogía un tren de larga distancia (jejeje).
Han sido 3 días de horario intensivo entre papeles, ácaros y polvo. Mucho polvo. Hemos encontrado casi todo lo que buscábamos, salvo un par de cosas (snif).
Me encantan los legajos de exquisita caligrafía, en la que más que escribir, dibujaban las letras.
Actas, registros topográficos, planos, citaciones, recursos ... papeles o paperassa, pero siempre interesantes. Al menos, a mí me resultan apasionantes.
A pesar de la dichosa huelga total del metro, hemos podido aprovechar las tardes para hacer "otras actividades" más lúdicas, como ir al teatro, entre otras.
La compañía en todo momento, magnífica, y el trabajo satisfactorio por el resultado.
En definitiva, un viaje de trabajo que me ha tenido fuera de casa unos días y que ha resultado entretenido y gratificante. Ha sido toda una experiencia bucear en aquel archivo. ¿Qué más se puede pedir? (jajaja).

domingo, 4 de julio de 2010

Rodando por la Calderona. Náquera a Gilet.

Ayer sábado 3 de julio, me apetecía salir un rato por la Sierra Calderona con la bicicleta, después de estar toda la semana haciendo el tonto por Madriz. Está claro que si paso más de 3 días sin hacer nada, me empiezo a sentir inquieto, como encerrado en una jaula y es la única forma de aliviar esta malsana sensación.
Se lo comenté a Paco Zen por la mañana del viernes y me sorprendió cuando me comentó que le apetecía venirse conmigo. ¡Qué honor!. No había quedado nunca con él para hacer bicicleta, aunque sí lo he visto rodar por ahí, de causalidad y más de incógnito que otra cosa.

Así que el viernes por la noche decidí cambiar una prometedora salida nocturna a la inauguración de un pub, por una salida matinal en bicicleta. Y no me arrepiento. Así soy de "rarito" (jejeje).
Decidí buscar una ruta interesante y al final me decidí por una que tenía buena pinta, a la que le cambiaría el punto de inicio para empezar en Náquera, en la plaza del ayuntamiento, haciéndola así más directa desde casa.
El recorrido seguiría luego por la solana del Alt del Pí, para buscar el Garbí, la solana de la Mola de Segart, Xocainet, La Rodana, Pla de la Venta, Gilet, Santo Espíritu, Els Algepsars, Coll d'Aigua Amarga, urbanización Font de l'Oro y vuelta a Náquera por la carretera, con algunos tramos de asfalto.

Hay que añadir que Paco está convaleciente. La semana pasada tuvo el mérito de ser una de las 100 personas que completaron el Ultra Trail de Andorra, que tiene la friolera de 115 km y +9.500 m de desnivel. Las cifras me ponen los pelos de punta. Este hombre ha superado la barrera de lo humano y para mí hace tiempo que está más allá de lo "normal". Mucho más allá. Es extraordinario. La completó en algo menos de 26 horas, tras un recorrido con nieve y agua por todos lados.
Cuando le pregunté que qué tal, su comentario, escueto como siempre, fue de "es bastante dura". ¿Para qué añadir más?. Yo sólo sé que dura lo tuvo que ser y mucho, porque se quejaba de una "pequeña tendinitis" en la rodilla izquierda. Quisiera saber qué entiende por "pequeña", porque nunca le he visto quejarse.
Aún así, le recordé que quizá no era buena idea que me acompañara, pero insistió.
Yo, contento como unas castañuelas, quedé con él a las 8:00 en Paterna y nos fuimos a Náquera a rodar.

A la altura del kilómetro 8, Paco se retira. Hace rato que lleva un ritmo lento y va cauteloso y vigilante con su rodilla. Ante la persistencia del dolor, decide abandonar, invitándome a seguir y reunirnos en Náquera. Me sabe fatal dejarlo volver solo y esto me espolea para rodar a un ritmo alegre. Estoy pletórico de satisfacción y confianza en mí mismo (jejeje).
Dos horas y pico más tarde nos juntamos para volver a casa. Me hace gracia, porque me lo encuentro tumbado en un banco, echándose la siesta, como si nada. Yo esperaba encontrármelo nervioso, aguardando intranquilo mi regreso, pero no. Encima me agradece el descanso y la cabezadita. Caray, cuántas cosas se pueden aprender de él.

Me han salido un total de 38,4 km, con un desnivel de +1.160 m y una IBP de 89. Una bonita ruta que he completado en 3 horas y 37 minutos.
Estoy contento del resultado, porque me ha parecido un paseo.
Otro día más. ¿Te apuntas a la próxima? (jejeje).


Listening to "All I want is you", by U2 and laughing proudly of myself.

Nuevas herraduras

Reconozco que no es que le tenga un especial amor a esto de correr, pero como veo que es una forma rápida y barata de matar la ansiedad y los nervios que me acosan, y además me produce una inmensa satisfacción a través de la orientación, pues me he decidido a renovar las herraduras, que ya tocaba.
Las otras zapatillas las voy a tener que jubilar. Después de destrozarlas en la ya tristemente famosa marcha de Carros de Foc, en agosto del año pasado (todavía se me llenan los ojos de lágrimas cada vez que la recuerdo) y perder varias uñas por ser de un tamaño inadecuado, así como destrozarlas una y mil veces en varias carreras de orientación, he decidido cambiarlas definitivamente. Ya no aguantaban mucho más.

Como no podía ser de otra manera en mí, me he puesto a investigar y me he decidido por dos modelos, que he encontrado a un buen precio en las rebajas de una gran superficie comercial, cuyo nombre omitiré.
Me he ahorrado algo más del 30%, gracias a mi amigo Juan J, que trabaja allí. Nuevamente, gracias, Juan. Estos dos modelos me servirán uno para entrenar y hacer las marchas de asfalto y el otro para las marchas y carreras de orientación por montaña.
Nuevos neumáticos, para distintos tipos de superficie.

Para las carreras de asfalto y entrenamiento semanal he elegido las Asics Gel-Kayano 16. Ya veremos qué tal.



Para las carreras de orientación y montaña he elegido las Gel-Trail Lahar G-TX. Son con Gore-tex, que sé que es excesivo, pero están bien protegidas y tienen buena pinta. Seguro que para salir a la montaña fuera del verano, también les encuentro sus ventajas. Buscaba las Salomon XT-Wings 2, pero por lo que me han costado, me quedo con estas de momento.

El problema para elegir no ha sido el precio (más quisiera yo), sino la talla, para variar. Ser grande tiene esas ventajas: no tienes mucho donde elegir. Y con una 47 de pie, tenía que elegir una 48 (una 13 USA), y no he sido capaz de encontrar mucho más. Y eso que me he pasado media semana mirando.
Así que ahora ya tengo para cambiar de herraduras a conveniencia. Sólo queda encontrar el tiempo para volver a las 3 saliditas semanales. Pronto podré correr una media maratón, objetivo antes de final del año. Objetivo que tengo ya casi al alcance de la mano. Y eso con un año escaso que llevo trotando, sin tomármelo en serio.

Poquet a poquet, todo lo consigo. Sólo es cuestión de tiempo y paciencia.